Durante el embarazo, nuestros pechos se van preparando para amamantar, la glándula mamaria se engrosa multiplicando sus conductos para poder fabricar la leche, por eso, al estar embarazadas solemos notar los pechos más grandes, más tugentes y con la piel más fina. También aumentan los vasos sanguíneos, los cuales se nos hacen más visibles, notándose más en el escote, los pezones se agrandan y muchas veces se vuelven más oscuros. Es un proceso natural que tiene un fin; amamantar al bebé. Nuestro cuerpo no sabe que existen biberones o leche artificial, así que se prepara para crear leche materna sin necesidad de que hagamos nada.
Llegado el momento, cuando al fin nace nuestro bebé, tenemos dos opciones:
NO AMAMANTAR, lo cual es una decisión personal. Pero debemos tener claro que se pueden tener problemas de ingurgitación igualmente, me explico; cuando decidimos no dar el pecho, lo que se le da a la mamá es una pastilla que coloquialmente conocemos como «pastilla para cortar la leche», pero no es así como funciona, esta pastilla no «corta» la leche, en realidad lo que hace es bloquear la subida de una hormona (la prolactina) para que nuestro cuerpo no fabrique la leche. Pero a veces esta pastilla no consigue su propósito, el cuerpo es más fuerte que la química y la hormona tras el parto se nos dispara, así que la subida de la leche se produce igual, en estos casos, la única solución es la de descongestionar dichos pechos tal y como os comentaré en el siguiente punto.
AMAMANTAR, esta es la opción que nuestro cuerpo espera, así que aquí confluye parte del milagro de la vida; crear el alimento. Nuestro cerebro va a recibir muchos mensajes, entre ellos que el bebé ya está fuera y que la placenta también (alumbramiento), así que genera prolactina que junto con la oxitocina que ya tenemos gracias al parto y a ver a nuestro bebé se obra el milagro y bum! empezamos a fabricar leche materna.
Al principio será poca, y no será la leche que imaginamos…será como más densa que la que conocemos y de color amarillo, será oro líquido! Esta leche se llama CALOSTRO, y es pura medicina y puro alimento para nuestro bebé. Tiene muchas más defensas (inmunoglobulinas) y mucha más proteínas que la leche que produciremos en los siguientes días, pero el bebé es lo que necesita y nuestro cuerpo se adapta a esa necesidad.
Esta primera toma de contacto para poder amamanta es vital, y se recomienda hacerla en piel con piel, máma con torso desnudo y bebé sólo con pañal.
El calostro, suele durar unos 2 o 3 días, luego aparece la leche de transición, una leche más acuosa, a veces con un tono grisáceo pero con multitud de propiedades adaptadas a la etapa del bebé. Después, sobre los 10 días ya estaríamos en la etapa de la leche madura, pero la que nos interesa ahora, es ésta, la etapa después del calostro, pues es ahí donde tenemos la llamada «subida de la leche» (“o bajada” según el país). Se le dice así porque es cuando más leche empezamos a fabricar, ya que el calostro se hace en medidas muy pequeñas, debemos tener en cuenta que el estómago del bebé recién nacido es del tamaño de una cereza (de 5 a 7 ml), y con los días pasaría a ser el de una nuez, es decir, sigue siendo pequeño…
Por tanto a los 2 o 3 días de dar a luz es cuando se va a producir la «subida de la leche», pero a veces, se crea también una vasodilatación que junto con la leche acumulada provoca lo que se denomina INGURGITACIÓN MAMARIA. Esto es un pecho congestionado, también llamado «plétora» o «pechos piedra». Los síntomas son pechos muy grandes, duros, dolorosos y calientes.
Llegados a este punto, no suele ser suficiente con amamantar al bebé, pues lo que también hay en nuestros pechos es líquido retenido (quizás por haber estado con sueros intravenosos), así que necesitamos ablandar la areola para que el bebé se pueda agarrar mejor y que el líquido se desplace para poder dejar salir la leche.
Debemos pues hacer una técnica de drenaje manual (o presión inversa suavizante), que simplemente consiste en poner la yema de los dedos de ambas manos al rededor del pezón, y calcar hacia adentro, hacia las costillas, así durante dos o tres minutos aproximadamente, de este modo saldrá algo de leche y la zona se ablandará. Una vez la areola esté blanda ya podremos poner el bebé a mamar. Si es el caso en el que la mamá no quiere dar de mamar, por favor! la leche que haya podido salir con esta técnica, para aliviar tus pechos, no la deseches, dásela, con una cucharilla con un vaso… pero no la tires.
Una vez la areola ya ha perdido esta tensión, esa dureza, quedaría aliviar el pecho en sí, que sería cuestión de poner al bebé a mamar o de extraer leche en caso de quien no quiere amamantar, pero en este caso poco, extraer lo justo para aliviar la tensión, de esa manera no daremos orden al cerebro de producir mucho más, poco a poco en unos días, y extrayendo cuando notemos molestia, lo justo hasta que no haya tensión… será suficiente, cosa de unos 5 días seguramente,y a poder ser con extracción manual, nunca con sacaleches.
El calor y la hinchazón se pueden tratar con frío, una buena solución son las HOJAS DE COL, está demostrado que absorben el calor y son anti inflamatorias, la manera en que se obtiene este actuación es pasando un rodillo por encima y rompiendo los nervios de la hoja. Una vez hecho esto se ponen por dentro del sujetador, unos 20 minutos, y verás que cuando las quites estarán como “chafadas”, si aún la molestia continúa, pon unas hojas nuevas.
También podemos poner frío para aliviar el dolor o la inflamación, pero no sobre la areola o el pezón, solo sobre el pecho, tengamos en cuenta que lo que estamos teniendo es una vasodilatación, así que lo que queremos es que se contraigan, como cuando tuerces un tobillo y se hincha…
Por tanto NO APLICAR CALOR, pues esto podría hacer dilatar aún más los vasos sanguíneos e incluso hacer proliferar bacterias y provocar una mastitis.